jueves, 16 de agosto de 2012

Sombras estivales

Las sombras se encogen desde el amanecer hasta que el sol alcanza su punto más alto en el cielo, entonces, comienzan a crecer hasta que todo se vuelve oscuro. La noche engulle hasta el último rincón del bosque, la luna y las estrellas solo iluminan pequeñas zonas.
Se oyen búhos, cazan rápidas alimañas que tratan de huir a ras de suelo. En un segundo ya no se oyen, han sido apresadas y devoradas con viveza. La noche continúa, en la maleza los lobos se deslizan raudos entre matorrales y algunas hojas que ya han empezado a caer. Aúllan, jadean, comen...
La oscuridad no deja tregua, es la peor enemiga de la presa, la mejor aliada de los cazadores nocturnos.

Las nubes se entremezclan con la luz, se deshacer con el fresco viento que sopla. Los árboles se mecen a su compás, sus hojas secas caen despacio. Huele a pino, roble y carne. Un estado puro de la naturaleza más primitiva que el humano aún no ha destruido. Los instintos sin la moral, la muerte por el hambre, la sed por necesidad y la vida por la supervivencia. Sin quejas, sin pensamientos, sin consecuencias colaterales. El instinto de la sombra.

Glo.