lunes, 29 de noviembre de 2010

Algo blanco.

Una tormentosa borrasca se acerca, presiento el frío helando mi piel.
Comienzan a caer cristalitos de agua, congelados, móviles por el viento.
Alguno de mis deseos parece caer con ellos en suave sintonía, sin ser oídos.
Susurran a los cabellos que no debieron despertar esta mañana.
Auguran un futuro próximo, aunque no tan claro como la cegadora blancura.
Paralizada por el paso del resbaladizo tiempo invernal.
Hielo agrietado bajo mis pasos, derretido por el calor de los transeúntes.
Sal y agua se convierten en una, evitando caídas inesperadas.
Nada, ni el frío, ni las inclemencias atmosféricas consiguen parar este ritmo frenético.
Solo se percibe una inmensa luz, una sensación de gelidez.
Un día teñido de algodón blanco.


Glo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Recortes

Hoy me he plantado delante de mi ventana. He decidido recordar todo lo que ya ha pasado.
Echando la vista atrás veo pasar frente a mi un millón de imágenes con mucho significado. Momentos con aquellos que sé que jamás volveré a ver. Amigos que se fueron distanciando, otros que fueron arrastrados por un oleaje de discursiones y conflictos. Otras personas que no hace mucho que están ahí pero que ves venir un futuro muy largo con ellas, o simplemente personajes que dejaron una línea difusa de huellas, una pincelada imposible de recordar con claridad.
Cuerpos y emociones que nunca volverán por motivos naturales. Por el ciclo de la vida, la renovación y la muerte.

Parece curioso que cada uno de esos recortes de mi mente esté asociado a una melodía, una canción o un suave olor. Algo mucho más tangible que nos recuerda a los que nos acompañaron durante alguna etapa. A veces creemos olvidar y nos sorprendemos cuando aparece por sorpresa el recuerdo de una tarde, una noche... Junto aquellos que hirieron o que pasaron junto a nosotros.

Todo este tiempo solo me recuerda una vez más que lo que somos no lo creamos solos, ni tampoco lo vivimos en el anonimato, siempre hay alguien, aunque parezca ser un espectro, que comparte con nosotros algún minuto de nuestra existencia. Alguien que creíamos imperceptible y que sin embargo reaparece en los momentos más adecuados.

Hoy somos parte de lo que fuimos, un proyecto futuro no más allá de lo que queramos imaginar.


Glo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Posiblemente.

Un día más soñó que no despertaría.
Otra mañana envuelto en agonía, sin sollozos pero con pena.
Le invadió el pensamiento de que jamás volvería a verla.
Había podido rozar sus deseos con las yemas de los dedos, la había dejado escapar.
No pensó en el futuro, en cómo se sentiría pasado un tiempo. No pensó en la mañana siguiente.
Creía que no podría disfrutar nunca de su belleza, aquella escultura perfecta.
Una vez más se confundió. Por sus propios fantasmas, ella huyó para no volver a compartir nunca el mismo calor.
Ella decidió pasar algunas de sus mejores horas con él. De incredulidad se quedó clavado en el suelo. Sin reaccionar, sin emitir sonido alguno.
Con el tiempo suficiente para que ella tomara una decisión. Una elección que dependía de ambos.
Ahora él está solo.
Apoyado en el cabecero de su cama.
Viendo pasar el futuro olvidado por la ventana.
Glo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Una mañana

Tostadas. Huele a tostadas. Ese aroma que se escapa de las migajas de pan, un dulzor a mermelada y zumo recién exprimido.
Abro los ojos, despierto en mi cama, sola. Sin recordar si hay alguien conmigo en casa.
Dirijo mis pasos hacia la estrecha cocina. En la mesa se disponen un par de cubiertos, un vaso de zumo y unas tostadas humeantes, con un bote de mermelada de frambuesa a su lado.
No consigo descubrir al autor de esta obra. Recorro la casa en busca de su presencia. Nada. No hallo ni un solo rastro de vida humana o animal.
Decido sentarme a disfrutar de mi desayuno cuando la puerta se abre. Alguien entra en casa con el periódico, al instante le reconozco. Pelo castaño, ojos color miel y una sonrisa capaz de iluminar cualquier momento sombrío.
No recuerdo momentos pasados a su lado, ni cómo nos conocimos, pero sé una cosa de la que estoy segura. Es mi marido.
Me invade un alegría inexplicable, alcanzo a darle un beso y me sonríe. Se sienta conmigo en la mesa de la cocina a verme desayunar. No había querido despertarme, estaba tranquila, plácida, sin ninguna expresión de angustia o congoja en el rostro.
Unto suavemente las tostadas. Un sorbo de zumo. Un sabor dulce invade mis papilas, mermelada y pan.
Entonces abro los ojos y despierto en mi habitación.
Solo distingo un olor. Tostadas. Huele a tostadas.


Glo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Un minuto tarde.

No es cierto aquello de "nunca es tarde". Lo supe una noche de verano, cuando un denso aire flotaba en la habitación. Leí con dificultad las palabras fijas en la pantalla:

"No debí hacerlo, lo siento, ya sabes que más vale tarde de que nunca"

Sabía que era mejor no haber sabido más de su existencia, que todo se quedara en un recuerdo, un pasado que pocas veces volvería a revivir. Unas palabras de disculpa que solo causaban más dolor y se clavaban como cien agujas lo largo de todo mi cuerpo.

Ya era tarde. Tarde para volver a recordar toda esa desconfianza, tarde para borrar el último minuto de lo sucedido. Tarde para sus insulsas disculpas de niño arrepentido. Tarde, incluso, para perdonar. Aunque al final, ya no quedaba rencor, se quedó reducido a un sonido sordo y se acaba olvidando el motivo de tanta rabia e impotencia.

Ahora me dispongo a recordar, a saber que a veces es tarde, para una disculpa, una cena, una visita, una llamada o un simple gesto de cariño.

Hace poco arendí que el tiempo escapa. No deja que le sigan, pero no dejaré escapar ninguna de las cosas que quiero por miedo a perderlas en los minutos que sigan. Seré lo suficientemente valiente para dar un salto, y coger esas esacasas oportunidades al vuelo.


No quiero volver a quedar en segunda posición con los minutos de mi reloj. Esta vez ganaré, estoy segura.



Glo.