sábado, 18 de junio de 2011

Vida nocturna

Pensaba que había olvidado esta sensación, pero mi yo ha regresado.
Vuelvo a casa. Oigo conversaciones ajenas que no querrían ser escuchadas. Veo tacones desabrochados y pies descalzos. La embriaguez del alcohol y otras sustancias nos devuelven a la vida, nos demuestran su realidad.
En mi cabeza guardo historias que podrían ser y otras que jamás serán. Sentimientos que bajo efectos etílicos parecen más persistentes. Esas ganas de gritarle al mundo regresan.
Rimel corrido bajo las pestañas. Párpados caídos.
No tengo sueño. Ando bajo las farolas que iluminan la cuidad. La noche es cálida, aunque un suave viento acaricia los edificios madrileños.
Estoy sola en la calle y sin embargo me siento más acompañada que nunca. Es extraño como las sensaciones no se adecúan a las situaciones.
Sigo bajo la luz anaranjada que me alumbra el camino de vuelta, en él se cruzan sonrisas y palabras.
Ya he llegado. Introduzco la llave en la cerradura. Expongo mis experiencias más próximas sobre un papel virtual. Estoy tranquila, me empieza a embriagar el sopor. Pronto caeré en un profundo sueño. Dormiré plácidamente. Solo espero despertarme a tiempo para vivir muchas noches más.


Glo.

viernes, 3 de junio de 2011

Adrenalina

Noté todos los músculos tensos, las manos agarrotadas y los pies inertes. Sin embargo, la sangre palpitaba con gran frecuencia en todos mis miembros.
Si decidía darme por vencida caería. Nunca más podría volver a ver las caras amigas o la luz de la mañana.
Continué a pesar del dolor que sentía. No pude averiguar en ese momento si era físico o mental, o un simple recuerdo del daño que ya estaba hecho.
Moví la pierna derecha hacia arriba realizando un gran esfuerzo. Y conseguí ascender el muro realizando una acción tras otra.
Alcancé la llanura desde la que se divisaba todo el camino realizado durante años. Cada vez un poco más alta era la meta.
El trabajo y el dolor habían merecido la pena para llegar donde hoy me encuentro.
Es difícil no hacerse daño, arañarse o fracturarse huesos por elegir los caminos menos convenientes. Pero si no los hubiese descubierto, tal vez no sería la que soy hoy. Las heridas no curan todas a la misma velocidad, incluso hay algunas que siempre asoman su sombra en momentos inesperados. Son nuestros miedos a caernos, ese temor a no poder volver a escalar. La congoja potenciada por unos compañeros descuidados y traicioneros, que tiempo atrás no supieron apreciar la sincera compañía. Y que ahora solo son recuerdos, manchas borrosas que a veces se aparecen con asombrosa claridad y presteza.
Pero ésta no es la etapa final, quiero ascender por ésta vertiginosa montaña escarpada. Sola o acompañada de los que quieran hacer conmigo el camino hacia la inalcanzable cima.


Glo.