domingo, 29 de enero de 2012

Entre Edredones

Algo le hacía cosquillas en los pies. Así que volvió a meterlos dentro de la cama para evitar que su perro siguiera lamiéndole. Se dio media vuelta e intentó volverse a dormir a pesar de que el sol ya asomaba por la ventana.
Ya no podía reconciliar el sueño, hacía tiempo que las noches se habían vuelto agitadas en su cabeza, algo que desconocía le inquietaba y no le dejaba descansar. Era agobiante, sentía que la monotonía y el desorden se apoderaban al mismo tiempo de su vida, sentía que todo lo que decía, sus relaciones, sus amigos, familiares... Se repetían sin poder evitarlo, sin tener nada mejor que decir que el silencio, una palabra muda que expresaba su vacío interno. Vacío.
Era un día como otro cualquiera y sin embargo, ese fue el instante en el que supo como se sentía, solo, aislado, sin tener nada que compartir con los demás, prescindible.
Se hizo un ovillo en la cama y dejó que su perro siguiera lamiéndole, al fin y al cabo, él era el único que parecía saber como se sentía, el único que estaba ahí y le daba su apoyo. Él era el único que, todavía, lo mantenía en contacto con la realidad.

Glo.

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