domingo, 22 de mayo de 2011

Alas

El brillo del sol en un intenso día primaveral, hace que los ojos se achinen intentando enfocar el camino por el que ando. Un incierto caminar hacia un futuro sin escribir, un pasado que nos persigue y un presente que rehuye.

Veo como una mariposa se detiene delicadamente sobre los pétalos de una rosa. Un color anaranjado en completa armonía con el rojo aterciopelado. Eleva sus alas de nuevo, emprende un suave vuelo, dejándose llevar por las corrientes de viento, guiada por su destino. Ahora soy ella. Las verdes hojas arbóreas mecidas por la brisa acarician mis alas en un suave contoneo. Entra en mí la dura realidad, solo quedan unas doce horas de vida, una cantidad finita de minutos en los que completar la experiencia. Una experiencia, que para algunos dura años sin alcanzar la plenitud de estar vivos. Hoy convenceré a todos mis sentidos que no importa el tiempo, solo la intensidad de los momentos más felices. En solitario o junto a otros semejantes.

Tras batir repetidamente las alas me poso en una de las mayores colonias de este campo. Son semejantes, diferentes. Hay colores inimaginables... Azules tormentosos, amarillos cálidos, rojos pasión, lilas aliviantes, verdes infinitos, negros profundos y blancos que recuerdan al nacimiento. Toda una gama de posibilidades abierta ante mi, insectos con las mismas costumbres. Diferentes procedencias, distintos destinos.

Revoloteo de aquí para allá en un intento de acercarme a hablar. Río con unos, lloro de la emoción con otros... Me estremezco con algunas de las historias de los más viejos, los que consiguieron alcanzar la plenitud en tan solo un día de vida. Nos viene determinado el tiempo, pero somos nosotros quienes decidimos como vivirlo. Siempre tenemos la elección, la oportunidad de guiar a nuestro destino.

Al final del día soy una de las más ancestrales mariposas, mientras unos nacen yo me encuentro en mi lecho de muerte. Un mullido conjunto de hojas verdes y pétalos florales. Rodeada de algunos que me acompañaron a lo largo de mi día como insecto.

Noto como la luz de la vida se apaga. Poco a poco. Sin dejar de hablar a los más jóvenes de lo que me sucedió a lo largo de veinticuatro horas. Intentado aportar algo para que su corta vida sea plena. Cada minuto un poco más felices, más sabios... Y con más capacidad para disfrutar sin hacer sufrir a los que les acompañen.

De pronto despierto. La fresca brisa susurra entre las ramas que el día acaba. El sol se esconde tras los montes. La hierba se vuelve un poco más oscura a cada minuto. He de irme a casa, todavía queda hacer la cena.

Sabiendo que hoy he vivido una nueva escena. Desde otra perspectiva, desde otra altura. Con un transcurrir del tiempo totalmente distinto.


Glo.

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